Si te digo “Ruta 66”, seguro que te viene a la cabeza un neón, un motel con encanto dudoso y algún coche americano enorme que gasta gasolina como si fuera agua. Pero la historia de esta carretera es mucho más curiosa que cuatro gasolineras antiguas y un par de carteles retro. Esta ruta nació casi por casualidad… y terminó convirtiéndose en la más famosa del planeta.
Cómo empezó todo (y quién lo hizo posible)
Años 20 en Estados Unidos. El país crecía a toda velocidad, pero cruzar de Chicago a Los Ángeles era un lío, carreteras de tierra, tramos desconectados y puentes improvisados. Ahí apareció Cyrus Avery, un empresario de Tulsa que decidió que alguien tenía que poner orden y crear una carretera que conectara de verdad el este con el oeste. En 1926 nació oficialmente la U.S. 66.
Cyrus no solo eligió el número 66 porque sonaba pegadizo, sino que lo vendió como “la ruta del progreso”. Y vaya si lo fue: gracias a él nació la columna vertebral de la migración y el comercio por carretera en Estados Unidos.
Durante la Gran Depresión, miles de familias emigraron por la 66 hacia California buscando trabajo. No era un roadtrip divertido, sino un trayecto lleno de sacrificios: coches destartalados, niños durmiendo en el maletero y viajeros cruzando estados enteros con lo puesto. John Steinbeck la bautizó como “la carretera madre” en Las uvas de la ira, y el nombre se quedó para siempre.
La época dorada: neones, diners y personajes inolvidables
Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos vivió un boom económico y con él la fiebre del roadtrip. Familias enteras se lanzaban a la carretera, y la 66 se llenó de moteles con neón, gasolineras decoradas a lo loco y diners donde los camareros servían batidos gigantes y hamburguesas sin mirar la hora.
Algunas figuras destacadas marcaron la personalidad de la ruta. Angel Delgadillo, propietario de la barbería en Seligman, Arizona, dedicó su vida a mantener viva la ruta cuando empezó a decaer, y hoy su local sigue siendo parada obligatoria. Otro personaje legendario fue Bob Waldmire, artista y viajero que documentó cada tramo con mapas e ilustraciones que todavía inspiran a los que recorren la Ruta 66, aún se puede ver el autobús en el que recorría la Ruta aparcado en Pontiac.
Muchos de los lugares que hicieron famosa a la ruta siguen en pie y son absolutamente irresistibles. El Blue Swallow Motel en Tucumcari, Nuevo México, conserva su neón azul y los garajes individuales que parecen sacados de una película. El Wigwam Motel en Holbrook, Arizona, con sus habitaciones en forma de tipi, es surrealista y fotogénico, un lugar que no parece real hasta que lo ves. Y The Cozy Dog en Springfield, Illinois, hogar del corn dog original, que sigue recibiendo visitantes como si el tiempo no hubiera pasado.
La Ruta 66 entre caídas y resurrecciones
En los años 50 y 60 llegaron las autopistas modernas y la 66 empezó a desaparecer del mapa oficial. Muchos pueblos se vaciaron, moteles cerraron y carteles históricos se deterioraron. En 1985 la ruta fue retirada como carretera federal, y parecía que su historia se acababa.
Pero su espíritu no murió. Asociaciones locales, viajeros y entusiastas rescataron tramos enteros, restauraron señales, recuperaron moteles y dejaron la ruta lista para una nueva generación de aventureros. Hoy, casi un siglo después de su nacimiento, la Ruta 66 sigue viva como la Historic Route 66 y sigue recibiendo viajeros de todo el mundo, amantes de la historia americana, curiosos y roadtrippers que quieren sentir lo mismo que las familias, artistas y aventureros de hace décadas.
Qué sigue vivo hoy
Recorrer la Ruta 66 hoy es viajar en el tiempo: entre desiertos que parecen de otro planeta, diners con batidos gigantes, pueblos pequeños congelados en los años 50 y ciudades que conservan la esencia de aquella época. Cada parada tiene su historia, cada cartel de neón te recuerda que estás en un pedazo de historia americana que se mantiene gracias a la pasión de quienes la aman. Y sí, todavía hay sorpresas inesperadas: un cartel divertido, un museo diminuto que nadie esperaba o un local que parece sacado de película.
La Ruta 66 no es solo una carretera, es una mezcla de historia, cultura y experiencias. La carretera madre sigue haciendo que quien la pise, quiera quedarse un poco más.