Vale, lo confieso: antes de viajar a Egipto, ni idea de que existía un templo dedicado a cocodrilos. Ni idea. Y mucho menos que me iba a encontrar con ¡cocodrilos momificados! Pero Egipto es así: te lanza joyitas arqueológicas cuando menos te lo esperas, y Kom Ombo es uno de esos lugares que sorprenden por lo raruno, lo simbólico y lo diferente que es respecto a otros templos del país.
Situado a orillas del Nilo, este templo tiene algo muy peculiar: está dividido en dos mitades perfectamente simétricas, una para cada dios. Porque claro, aquí lo de compartir templo era lo normal. Un ala para Sobek, el dios con cabeza de cocodrilo, y otra para Haroeris (o Horus el Viejo, para los amigos), con cabeza de halcón. Vamos, que si te descuidas acabas rindiendo culto a dos dioses en un mismo paseo.
Pero no solo es interesante por eso. Kom Ombo es un lugar con historia médica, con quirófanos grabados en piedra, y con una sala llena de urnas donde se han encontrado momias de cocodrilos de todos los tamaños (y no, no es broma). Así que si eres de las que disfrutan con los templos que tienen algo diferente, este no puede faltar en tu ruta.
Un templo simétrico
Una de las cosas más curiosas de Kom Ombo —y que lo hace distinto al resto de templos egipcios— es que está dividido en dos mitades perfectamente simétricas. Y no, no es una excentricidad arquitectónica, tiene todo el sentido del mundo: aquí se adoraba a dos dioses al mismo tiempo, y como no querían que se peleasen, les hicieron un templo a medias. Literalmente.
Por un lado está Sobek, el dios con cabeza de cocodrilo, asociado al Nilo, la fertilidad, la fuerza… y también al caos. Muy tranquilizador todo. Y por el otro lado está Haroeris (también conocido como Horus el Viejo), un dios halcón que representaba la curación, la protección y el equilibrio. Vamos, dos energías muy distintas, y aún así compartían espacio como buenos vecinos.
Cada dios tiene su propia entrada, su sala hipóstila, su santuario… es como si hubieran cogido un templo y lo hubieran duplicado con precisión matemática. Un arquitecto obsesionado con la simetría habría llorado de la emoción.
Y lo más fuerte: este sistema no era tan raro en el Antiguo Egipto. Lo que pasa es que aquí está tan marcado que no te queda otra que darte cuenta. Vas caminando y piensas: “¿esto no lo he visto ya?”. Pues sí, porque está dos veces.
Lo que verás en Kom Ombo
Aunque a simple vista puede parecer un templo más, en Kom Ombo hay varios detalles que lo hacen especial y muy distinto a otros que verás en Egipto. Es pequeñito, sí, pero tiene chicha. Estas son algunas de las cosas que no deberías perderte (y que a mí me parecieron lo más):
Los instrumentos quirúrgicos tallados en piedra

Sí, sí, como lo lees. En una de las paredes del templo hay un relieve con lo que parecen instrumentos médicos: bisturís, pinzas, cucharillas, sierras… ¡incluso algo parecido a un fórceps! Este detalle nos da una pista de lo importante que era la medicina en Kom Ombo. Se cree que aquí se trataban enfermedades y que se veneraba a Sobek también como sanador (cosas que no te esperas de un dios con cara de cocodrilo, la verdad).
El calendario egipcio
Otro relieve curioso es el del calendario, donde aparecen marcados los días dedicados a rituales, festividades y ceremonias religiosas. Nada de puentes ni vacaciones, pero si te gusta el tema, es una pasada pensar que esta gente ya tenía su año perfectamente organizado.
Las salas duplicadas
Ya lo conté antes, pero cuando vas caminando por el templo te das cuenta de que TODO está duplicado. Y mola mucho recorrerlo prestando atención a los detalles que se repiten: dos capillas, dos corredores, dos santuarios… Es como si estuvieras en una especie de templo espejo. No sé por qué, pero a mí me daba una sensación rarísima, como de déjà vu arqueológico.
Columnas con restos de color
Si te fijas bien, todavía quedan algunos restos de pintura en las columnas, sobre todo en las zonas altas. Esto siempre me fascina, porque te hace imaginar cómo debía de ser esto en su época: lleno de colores, lleno de vida. Nada que ver con las piedras desgastadas que vemos ahora, aunque esas también tienen su encanto.
El museo de los cocodrilos momificados

Y aquí viene la estrella indiscutible de Kom Ombo: su museo de cocodrilos momificados. Porque sí, en Egipto no solo momificaban personas… ¡también cocodrilos! Y no uno ni dos. En este museo tienen una buena colección de cocodrilos embalsamados de todos los tamaños: desde crías hasta auténticos bicharracos que te hacen dar un paso atrás solo de verlos (aunque estén detrás de un cristal, menos mal).
Este pequeño museo está justo al salir del templo y la entrada está incluida, así que no hay excusa para no entrar. Es muy fácil de ver, pero a mí me pareció tan surrealista como fascinante.
Los cocodrilos eran animales sagrados asociados a Sobek, así que los adoraban, los cuidaban y cuando morían, les hacían su ritual de momificación como a un faraón cualquiera. Algunos incluso fueron enterrados con amuletos y vendajes cuidadosamente colocados. La devoción, vaya.
Además de las momias, hay vitrinas con objetos encontrados en la zona, restos arqueológicos y explicaciones (en inglés) sobre los rituales religiosos de la época. Muy interesante, incluso si los cocodrilos no son tu animal favorito.
Y por si te lo estás preguntando: sí, huele bien. No hay olor a bicho muerto ni nada raro, que yo también iba con la duda antes de entrar.
¿Cuánto tiempo necesitas para visitarlo?
Una de las cosas buenas de Kom Ombo es que se ve en poco tiempo, pero deja huella. Con una hora más o menos vas servida para recorrer el templo con calma, hacer fotos, fijarte en los relieves y visitar el museo de los cocodrilos sin prisas.
Yo te diría que si vas en grupo o con guía, calcula una hora y media como mucho. Si vas por libre, puede que acabes antes, pero merece la pena pararse a observar bien los detalles porque hay cositas que no se ven en ningún otro templo de Egipto.
Lo habitual es que lo visites como parte de un crucero por el Nilo, y en ese caso te dejarán justo al lado del templo y tendrás el tiempo ya organizado. En mi caso fue al atardecer y, aunque había algo de gente, el ambiente era muy tranquilo.
Y un consejito extra: si vas con sol de justicia (muy probable en esta zona), lleva agua y gorro/sombrero, porque hay poquísima sombra y el calor aprieta bien. No es una visita larga, pero el sol en Egipto es otro tema.

¿Dónde está Kom Ombo y cómo se llega?
El templo de Kom Ombo está en la orilla este del Nilo, entre Edfu y Asuán, en un pueblecito que, la verdad, no tiene mucho más aparte del templo. Pero oye, con eso ya va sobrado.
Si haces un crucero por el Nilo
Esta es la opción más común y cómoda. Los cruceros suelen parar en Kom Ombo de camino entre Edfu y Asuán, y lo mejor es que te dejan a dos pasos del templo. Literal. Te bajas del barco y en menos de cinco minutos ya estás viendo columnas y cocodrilos. Además, al ir en grupo suele incluir guía, lo que se agradece para entender bien todo lo que estás viendo.
Si vas por libre
También puedes llegar en taxi o coche desde Asuán (está a unos 45 km, o sea, unos 45-50 minutos de trayecto), pero si estás haciendo ruta sin crucero, lo más práctico es combinarlo con una parada en Edfu y hacer el tramo por carretera entre los dos.
El templo abre todos los días desde la mañana temprano (sobre las 6:00) hasta las 20:00. Si puedes elegir, mejor al atardecer: la luz sobre las piedras es preciosa y el calor baja un poco, lo cual se agradece muchísimo.
No te lo puedes perder
Pensaba que sería una parada más en el recorrido, otro templo bonito que ver desde el barco… Pero al final, Kom Ombo me pareció una joyita. Pequeño, sí. Pero lleno de detalles curiosos, con una historia distinta y ese aire tranquilo de los lugares que no intentan impresionar a gritos, pero lo consiguen igual.
Además, tiene esa combinación tan egipcia de misticismo, simbolismo y animales sagrados que te hace preguntarte un montón de cosas mientras paseas entre columnas milenarias. Y eso, para mí, ya es motivo suficiente para recomendarlo.
Así que si estás preparando tu viaje a Egipto y te preguntas si este templo merece una parada… mi respuesta es un sí sin dudarlo. Porque a veces, los sitios más inesperados son los que más se te quedan grabados.