Si hay un lugar en Egipto donde la historia cobra vida en cada esquina, es Luxor. Aquí no hace falta entrar a un museo para alucinar con templos, colosos o tumbas de faraones… ¡están literalmente repartidos por toda la ciudad! Esta fue la antigua Tebas, capital del Imperio Nuevo, y aún hoy sigue siendo uno de los rincones más impactantes de todo el país.
En este post te cuento qué ver en Luxor, cómo organizar tu visita, algunos consejos clave y mi experiencia personal recorriendo sus dos orillas: la Este, más urbana y con templos como Karnak o Luxor, y la Oeste, donde se concentran las necrópolis y monumentos funerarios más impresionantes que he visto en Egipto.
¿Merece la pena el paseo en globo? ¿Qué tumbas visitar? ¿Y cómo evitar morir de calor en el intento? ¡Sigue leyendo y te lo cuento todo!
Este templo no es solo grande. Es enorme. Tanto que si vas sin mapa o sin guía, lo más fácil es que te pierdas entre columnas, obeliscos y escarabajos sagrados sin saber muy bien por dónde tirar. Pero no pasa nada, porque cada rincón impresiona.
Karnak fue el centro religioso más importante del Antiguo Egipto durante siglos, y está dedicado principalmente al dios Amón, aunque hay capillas y detalles dedicados también a su familia divina: Mut (su mujer) y Jonsu (el hijo). Es un templo lleno de simbolismo, con ampliaciones de muchos faraones, como Seti I, Ramsés II y Hatshepsut, que aquí también dejó su huella.
Lo más impactante es la sala hipóstila: más de 130 columnas gigantes que te hacen sentir pequeña, pequeña. No exagero si digo que es como estar dentro de un bosque de piedra.
Una curiosidad: hay un escarabajo gigante de granito, dedicado al dios Jepri. Se dice que si das siete vueltas a su alrededor pensando en un deseo… se cumple. Yo lo hice, por si acaso.
Templo de Luxor
A solo un paseo del de Karnak (y conectado en la antigüedad por una avenida de esfinges de más de 2 km), está el Templo de Luxor. Este era más simbólico que funcional: estaba dedicado al rejuvenecimiento de la realeza y era clave en la fiesta de Opet, cuando traían la imagen de Amón desde Karnak hasta aquí en procesión.
Lo construyó Amenhotep III, pero Ramsés II llegó después con ganas de protagonismo y le añadió su sello: obeliscos (uno de ellos está hoy en París), estatuas gigantes suyas y hasta un patio nuevo.
Una cosa que llama mucho la atención es que hay una mezquita encima del templo. Literalmente. Se construyó cuando parte del templo estaba cubierto de arena y se pensaba que ese nivel era el suelo original. Así que la mezquita se quedó allí, y ahora conviven las dos épocas. Es un buen ejemplo de cómo Egipto es una capa encima de otra, todo el rato.
Avenida de las Esfinges
Sí, esta es la avenida que une ambos templos. Durante años estuvo enterrada, medio olvidada, pero en 2021 la reabrieron tras un trabajo de excavación increíble. Tiene más de mil esfinges alineadas a ambos lados, algunas con cabeza humana, otras de carnero. Pasear por aquí es como caminar entre dos mundos: el de los antiguos faraones y el del Egipto actual que intenta recuperar y mostrar todo ese pasado.
No necesitas recorrerla entera andando (especialmente si vas en verano, que es como freírte en una sartén), pero merece mucho la pena ver un tramo y pensar que estás pisando exactamente el mismo camino que pisaban hace miles de años durante las procesiones más sagradas del país.
Qué ver en Luxor: Orilla Oeste
La orilla oeste del Nilo era, para los antiguos egipcios, la tierra de los muertos. Aquí se concentraban las necrópolis, los templos funerarios y todo lo relacionado con el viaje al más allá. Y claro, eso se traduce hoy en un montón de sitios impresionantes por visitar, todos con historia, misterio y una buena dosis de calor si vas en verano.
Prepárate para ver tumbas decoradas con colores que siguen vivos después de miles de años, templos gigantes dedicados a faraones obsesionados con la eternidad y un paisaje desértico salpicado de palmeras y campos de cultivo que parece sacado de una película.
Valle de los Reyes
Este valle es uno de los lugares más fascinantes del mundo antiguo. Aquí están enterrados los grandes faraones del Imperio Nuevo, como Ramsés II, Seti I, Tutmosis III o Tutankamón. En total hay más de 60 tumbas descubiertas, y aún se siguen encontrando cosas.
El acceso general incluye la entrada a 3 tumbas a elegir (las abiertas van rotando). Algunas de las más famosas como la de Seti I o Tutankamón se pagan aparte, pero valen mucho la pena si te interesa el arte funerario egipcio.
Dentro de las tumbas te espera un despliegue de color y simbolismo: pasillos decorados con jeroglíficos, escenas del Libro de los Muertos, rituales de paso al más allá, dioses como Osiris, Anubis, Horus… Hay tumbas con escaleras, rampas, cámaras múltiples…
¿Y la de Tutankamón?
Es pequeña, sí. Muy pequeña. Pero es la única donde puedes ver la momia real expuesta, dentro de una urna de cristal. Todos los tesoros que encontraron en su tumba están en el Museo de la Civilización Egipcia en El Cairo, pero la historia que rodea su descubrimiento sigue siendo increíble: fue encontrada casi intacta en 1922 por Howard Carter, con miles de objetos de oro, estatuas, muebles, tronos, carros…
Aunque visualmente no es tan impactante como otras, estar frente a la momia de Tutankamón en el lugar exacto donde lo enterraron hace más de 3.000 años impone mucho.
Eso sí, dentro hace mucho calor, los pasillos son estrechos y suele haber bastante gente. No es un paseo relajado, pero es toda una experiencia.
Templo de Hatshepsut
Este templo es distinto a todo lo que habrás visto en Egipto. Lo mandó construir Hatshepsut, una de las pocas mujeres faraón, y está incrustado en la montaña. Tiene una arquitectura muy elegante, con terrazas simétricas y rampas que te van llevando hasta el interior. Y todo con unas vistas brutales al desierto.
La historia de Hatshepsut es para serie de Netflix: se autoproclamó faraón, se representaba con barba postiza, gobernó con mano firme… y después de su muerte intentaron borrar su legado. Literalmente: muchas de sus imágenes fueron picadas para eliminarla de la historia.
Aún así, su templo ha llegado hasta hoy y es uno de los lugares más bonitos de Luxor. Eso sí, no hay ni una sombra, así que lleva agua, gorro y paciencia si vas en hora punta.
Valle de las Reinas
Este es el lugar donde se enterraban las esposas reales, los príncipes y princesas. Es más pequeño y menos visitado que el Valle de los Reyes, pero tiene algunas joyas. La más conocida es la tumba de Nefertari, esposa favorita de Ramsés II. Es un espectáculo de color, con pinturas que parecen recién hechas… y también se paga aparte. Es bastante cara, pero si te gusta el arte egipcio, dicen que es de las más bonitas del país.
Otras tumbas incluidas en la entrada general también merecen la pena, aunque no sean tan espectaculares. Es una visita más tranquila y con bastante menos gente.
Templo de Medinet Habu
Este templo es uno de los secretos mejor guardados de Luxor. Mucha gente se lo salta, y sinceramente, no entiendo por qué. Fue construido por Ramsés III y está increíblemente bien conservado. Las columnas, los relieves, los colores… todo está aún muy definido, y además no suele haber demasiados turistas.
Aquí puedes ver escenas de batallas, listas de tributos traídos desde tierras lejanas, y detalles muy bien conservados en techos y paredes. Si te gusta mirar todo con calma y sin empujones, este es tu templo.
Colosos de Memnón
Estos dos gigantes de piedra son lo primero que ves al llegar a la orilla oeste. Están ahí, en medio de los campos, saludándote como si fueran los porteros del inframundo. Representan al faraón Amenhotep III, y aunque el templo al que pertenecían está casi desaparecido, ellos siguen aguantando el paso del tiempo como campeones.
Durante siglos fueron un punto turístico incluso para los romanos, que venían a escuchar los “cantos” del coloso del norte al amanecer. Era un sonido provocado por las grietas de la piedra, pero lo interpretaban como una señal divina.
Vuelo en globo
Y si quieres vivir una experiencia totalmente distinta en Luxor, puedes hacer un vuelo en globo al amanecer sobre la orilla oeste. Yo no pude hacerlo porque el ritmo del viaje organizado no me lo permitió, pero todo el mundo que lo ha hecho me ha dicho lo mismo: vale la pena.
Ver cómo se levantan los globos mientras el sol asoma por detrás del Nilo, sobrevolar templos y tumbas con esa luz dorada tan bonita, y tener una perspectiva distinta del paisaje… tiene que ser mágico. Además, es una de las formas más tranquilas de ver el conjunto de yacimientos desde el aire, sin el caos del día a día.
Si te interesa, mejor reservarla con antelación ya que suele tener mucha demanda. Y si no te gusta madrugar, piénsatelo dos veces… porque el despertador suena muy temprano.
Si haces esta excursión como parte de tu crucero por el Nilo: el primer día no te da tregua
Si tu crucero por el Nilo empieza en Luxor, prepárate porque estas serán las primeras visitas que hagas… ¡y vaya manera de empezar! En nuestro caso, el vuelo llegó a Egipto tardísimo y no pisamos el barco hasta las 3 de la mañana. Apenas dos horas después, a las 5, ya estábamos en pie para arrancar las excursiones. Nadie nos advirtió de que el primer día sería una auténtica paliza.
Las primeras paradas las haces con ilusión y más o menos llevas bien el ritmo, pero en cuanto el sol empieza a apretar, te das cuenta de lo durillo que es. El calor, el cansancio acumulado y las pocas horas de sueño hacen que a media mañana estés deseando volver al barco. Y eso que aún queda… porque no regresamos hasta mediodía. Sin sombra, sin descanso, y todo del tirón.
Mi consejo: ve preparado tanto física como mentalmente. Ese primer día puede pasarte factura si no vas con fuerzas. Lleva agua siempre encima (¡tu mejor amiga en Egipto!), protección solar a raudales y ropa cómoda. Si puedes dormir algo antes de ese día o en el avión… mejor que mejor. Y aprovecha los traslados para refrescarte y descansar un poco.
Consejos para visitar Luxor sin morir en el intento
Empieza pronto, muy pronto. Sobre todo si vas en verano. Los sitios empiezan a abrir sobre las 6 o 7 de la mañana, y créeme, cada minuto que ganes al sol es oro puro. A partir de las 11, el calor pega con ganas.
Divide los días. Si organizas el viaje por tu cuenta lo ideal es dedicar un día a la orilla Este y otro a la orilla Oeste. Si viajas con todo organizado, lo harás en una mañana y créeme que desearás tener más tiempo para disfrutar de algunos sitios y en otros debido a la calor estarás deseando irte.
Lleva agua, protección solar y gorro. Suena básico, pero es que vas a estar en mitad del desierto. Algunos templos y tumbas no tienen ni una sombra y no hay puestos para comprar nada.
Si puedes, ve con guía. Especialmente en los templos. Por mucho que leas antes, estar allí con alguien que te explique las escenas, las curiosidades y te ayude a situarte en el contexto histórico merece la pena.
Compra las entradas con antelación o lleva efectivo. Algunas taquillas aceptan tarjeta, otras no. Y si vas con prisas o en grupo, lo último que quieres es andar buscando cajeros en mitad de la nada.
Haz la avenida de las esfinges al atardecer. No solo por el calor, sino porque la luz del sol cayendo sobre el templo de Luxor es una maravilla. Además, hay mucha menos gente y el ambiente es mucho más tranquilo.
Deja un ratito para simplemente observar. Luxor tiene tanta historia por metro cuadrado que abruma. A veces lo mejor es parar, sentarte a la sombra de una columna milenaria y dejar que todo lo que has visto te cale un poco.
Luxor no es solo una parada en un viaje por Egipto, es un viaje dentro del viaje. Aquí todo parece más intenso: los templos son más grandes, las tumbas más coloridas, el sol más fuerte y la historia más presente.
Recorrer sus dos orillas es como entrar y salir del mundo de los vivos y los muertos, tal y como lo entendían los antiguos egipcios. Y aunque acabes agotada, polvorienta y con cien fotos del mismo relieve, te aseguro que recordarás este lugar con esa mezcla de fascinación y respeto que solo provocan los sitios que de verdad te dejan huella.